Amanece el gélido día de Madrid en un porqué....
Hoy, pensaba hablaros de mi relampagueante estancia en Fimi, en Valencia, de día y cuarto. De lo bonita que estaba la feria esta vez, de mis charlas con Alejandro, de la emoción que vi en sus ojos cuando le enseñé "Sevilla....Y volver", de su encantadorísima Tía y de su espectacular madre, a juego con su otoño-invierno Kobez.
De la maravillosa impresión que me produjo Piccolettas, con quien en principio espero contar, de Sonia, de nuestro acuerdo, de su ola caracola y de su Córdoba natal; de Foque, de Varón....de Eugenio y sus maravillosos ojos....
De Valencia, de lo bien que suena la Mare de Deu cuando está en el alma y en la piel de la sangre valencià.
De que mañana en La Siesta de Cristóbal comienza el fin del fin con un 50% de descuento en todo, con excepción del punto porque ya quedan muy poquitas cosas, etc, etc.
Hace ya casi 10 años, mi madre pasó por la experiencia vital que la devolvió a mis manos, desde una casi, Sentencia de muerte.
Desde entonces, y hasta hoy, Damocles y su terrible Espada no nos han abandonado.
Pero hemos tenido la fortuna de vivir, tras 7 años de quimioterapia en forma de "Chutes de vida", dos de antitumorales y uno de calcio, aquí seguimos. Supervivientes.
Dios nos ha dado la oportunidad, me ha dado la oportunidad de Su Amor y Su Compañía, de Su Fe, de Su Apoyo y de Su Luz. Y ha sido, es y será el faro que ilumina mi vida.
Con ella crucé el umbral de un sí quiero, con su risa , su miedo y sus lágrimas, con el telón en sombra de mi padre y el infinito amor de Carlos, con ella atravesé el ser madre de alguien, con la disparatada risa al fondo de mi padre y los nervios de Carlos, y con ella, y en ella se mezcla mi sangre, mi origen y mi porqué.
Siempre hemos tenido miedo, Siempre.
En una vida que no ha sido fácil, no lo ha sido, no, la enfermedad volvió a cogernos desprevenidos, adormecidos y desperezándonos. Supervivientes agotados de un mar sin calma, desnudos y a la deriva. Arremetió a mi padre, sin defensa y a traición. Y llegamos a la orilla.
Después del desasosiego, y las lágrimas, vino el silencio, y la calma, y la paz esperanzada, y la vida soleada. Y volvió la luz.
Mi padre, hoy vive la vida que él quiere, no la que yo quisiera que viviera, pero es su elección. Y no me opongo. Quererle también es aceptarle.
Y ayer, en el Despacho que nos dio la Sentencia, y que después nos devolvió la vida, o lo que de ella nos quedara, nos dieron un golpe más, un peldaño más, una agonía más, una espera más. Y más. Y más.
Me bato en retirada, a intentar esperar para saber qué ocurre, con mi silencio oscuro, descolorido y profundo como melancolía.
Me voy a sentar en, y con la vida de mi madre, que es uno de mis bienes más preciados.
Y me quedo con mi Fe a cuestas, para que al otro lado de estas horas largas que nos separan, nos pueda sorprender una copa de cava y un volver a la vida.
Que Dios nos guarde