Escribir lo inescribible
Había un día, al caer del frío que olía a Navidad
Esa sensación, ese envolverte la niebla con olores dulces de azahares nunca ha desaparecido, no para mí.
Hoy, que sé que llega diciembre, que me atraviesa y me danza, que tengo sentido temporal, así como al amigo, que no por esperado, deja de sorprendernos, la bruma del alba me trae en girones, el Misterio eterno de la llegada de Dios.
La ciudad en la que habito, y que me habita, se viste de gala y enciende su luz.
La candilejas dan paso a la alegría exhuberante, soberbia y almizclada de Madrid. Y el rojo y el oro se funden en los azules regios de esta ciudad, enigma de Leyenda.
Hay algo en mi alma que se abre, que siente, que se entrelaza y llora. Hay algo, que no sé bien que es, que me trae y a veces me lleva, al inmenso cierto de lo que he perdido.
En la televisión de nuestra, entonces, pequeña casa, sólo en gamas de gris, las muñecas de Famosa, auguraban los deseos de mi infancia, dirigiendose al Portal.
Yo paseaba, entre cochecitos y muñecas, de la mano de mi Madre los pasillos repletos de áquel viejo y amado, hoy tan moderno, Corte Inglés de Goya.
Una Señorita, muy amable, nos ayudaba a mi Madre y a mi, a escribir una interminable Carta de vestidos de Nancy y Barriguitas, de Nenuco, Llorona, de Pipi Calzaslargas y de Doña Rogelia, de Epi y Blas.
Intangible ya, y tan cercano....
Llegan hasta mi viejas notas de Raphael y su Tamborilero, aquellas tardes infinitas, cálidas, eternas... Nuestro Árbol, con bolas de generaciones precedidas ....Y en nuestro Hall, de esa pequeña Familia de tres, el Misterio, con luz tenue, de vela, dónde Jesús me miraba, desde las pajas de su Humilde Cuna.
Imborrable, mis padres hicieron mi infancia, Imborrable.
Y el día que Jesús se fundía y se volvía hombre tan lejos de nosotros, dónde dá comienzo la única verdad, llegaba yo, tan llena de alegría, al umbral de la casa del Retiro, hoy ya tan sólo sueño devastado de mi, certero, tan mítico y ausente, de mis Abuelos. Oía algarabía, aún hoy la oigo, empujando las puertas, jamás cerradas, del jardín, dos majestuosas palmeras daban paso a las fragantes rosas, ya, por siempre, deshojadas, ascua de Luz.
Sorteando mi llanto, oigo a mi Abuela Mercedes, tan pequeña, que dolor no poder volver a llamarla y que resuene su voz, abriendo los brazos, al vernos llegar. Mi abuelo Paco, sombra eterna de sus pasos, con su mirada azul, indescriptible e infinita, llamaba a quien soy con un nombre con el que jamás nadie ha vuelto a nombrarme. Tricinas....
Mi tía Solita, aún más diminuta, en esa complicidad eterna de mi Padre, derrotada figura, secreto quedo en sí, nos salía al encuentro, en odas, en quimeras, en verso delicado como su devenir.
La casa envuelta en risa, en brindis, en palabra. Silencio, mudo hoy, de cada amanecer.
Después, después, nuestro pequeño 600 de cuadros escoceses, nos llevaría a tierra Astur. Entonces nunca se sabía si Pajares te permitiría llegar a tiempo.
Sonaba el timbre de mi casa de Avilés, y cuando se abría la puerta, un festival de risa inundaba, de olores tan cercanos, el suelo y las estancias. La cortina verde de terciopelo, que siempre me recordó a aquella mítica de "Lo que el viento se llevo" del traje de Escarlata, del Arco de la entrada, dejaba, a penas, ver, al fondo de la casa una pequeña Luz, el esmero, el tiempo detenido....
Una figura perfecta, perfecta hasta en la imperfección, impecable y eterea, mi Abuela Dora, aguardaba.
Apoyado en el quicio, mi Abuelo Gonzalo, mi amor, .... el centro de mi centro, que me habita y me vive, en risa de medio lado, ausencia, en nada soportable, dibujaba secretos que habrían de venir.
Desde la cocina, la dislocada voz de Tata, Tata, mi Tata. Esencia condensada, completa, desbrozada, como la Tierra Astur.
Si alguna vez la Felicidad existiera sólo cabría alli.
Si hoy pudiera, aunque fuera un segundo abrazarles y no sentir tanto frío....
Mi Navidad corría entre villancicos que inundaban el Aviles de mi infancia, mi Bisabuela Elena, mi Bisabuela Paula, en las calles del Alma, entre Gondora y mi casa, entre los sueños, al menos a su borde, y la Mar.
Avilés se vuelve Borbotones, se llena de quien fuí.
Los aconteceres de mi abuelo eran sencillamente de Paje Real.
La cabalgata pasaba a los pies de mi casa .... alguien se acercó, me dijo: ¿Quien soy?. Respondí: ¿Quien has de ser?, mi Abuelo. Atónita asistía a sus explcaciones sobre su verdadera identidad, Aliatar, le confesé que para mi, eso era imposible ¿Porque?. Hueles a mi abuelo, Yo, tenía dos años.
La noche mágica, mi noche preferida, en que SSMM habían de llegar, se cerraba Gondora con lo últimos clientes, mi abuelo traía los Roscones de Casa Galé y un cielo a penas descriptible, se abría para mí.
Luego, en pasos quedos, en eco, en piedra de palabra, recorríamos los metros que nos separaban de nuestra casa.... como en las obras de Espronceda.... con un telón, a punto ya en la escena.
Hay algo en mi, cada noche que precede a esa Noche, que llora -sin consuelo- por el Alma perdida.
Sólo me deja escapar, huir de esa devacle, de ese vaivén de ausencias infinitas, de suelos quebradizos, de vacios de nada, de palabras sin Piedad, la voz deslumbrante, el abrazo inmenso, el porqué de mis días, la infancia revoltosa, la palabra en canto, los ojos que me llaman, de mi Hijo.Me devuelve a la vida y al Presente.
Cuando me siento en la Sala que me habitó la infancia, dónde aún veo aquella tenue luz que entreabría la puerta, los ojos se me pierden entre aquellos muñecolates que mi Abuela, compraba en San Francisco, para mí, las manos pequeñas de mi Patria Infante abrazan mi vida y me hacen volver.
Por él he vuelto, hemos vuelto, en algo, a ser quienes una vez fuimos, a ver pasar los Reyes nuestra casa, y habitarla. Pero hay otros ojos, los que no se ven, de llanto y de silencio. Lo sé Mamá, lo sé.
Y mi noche ha regresado, a poner el agua de los camellos que por la escalera han de llegar a nuestra casa, en el mismo lugar, llenar de café las tazas de Sus Majestades, turrones y dulces, bienviniendo el tiempo de un amanecer.
Hemos envuelto la pérdida en Papel de Celofán fragante.
Porque mi razón es convertir en inquebrantable la Infancia de Cristóbal.
Cuando se sienta sólo, cuando nos hayamos perdido del tiempo de su vida, cuando como yo hoy, tenga un dolor inmenso en el Alma, con huecos, agujeros cosidos con hilo de nostalgia, que Siempre pueda volver, que haya un lugar dónde anclarse, donde el dolor no exista. Volver su presente un recuerdo que le viva, le envuelva, dónde la vida y sus despojos, no puedan alcanzarle.
Yo, tuve eso.
Tuve un lugar en el mundo.
Fuí un vaso. De una vida. Repleto de Fé
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